No me digas que no es para contarlo.

Paseo de domingo por la Marina, aprovechando que  el sol se ha hecho un hueco entre las nubes, en este constante y continuo cambio de estaciones que refleja el cielo de Coruña casi cada minuto.

Son las cinco de la tarde, ya ha jugado el equipo, el Dépor; empate… pero seguimos líderes. Se respira optimismo en la ciudad; un optimismo calmado, nuestro característico optimismo gallego.

Me siento en una terraza y pido un café. La Avenida Montoto, se asemeja a una pasarela de moda mostrando las nuevas tendencias de ropa; no en vano, hay quien afirma que La Coruña es la ciudad en la que mejor se viste en España,  y a juzgar por la mayoría de los viandantes, esa afirmación parece totalmente cierta.

Entre los transeúntes, llama mi atención un hombre que camina junto a dos acompañantes, a paso lento, sin prisa y disfrutando del paseo; detrás de ellos, caminan también tres mujeres. El hombre, viste zapatos oscuros, pantalón vaquero azul oscuro de corte recto, una camisa de cuello azul cielo y un jersey azul marino. Una vestimenta quizás de lo más normal para alguien de sesenta años, que son los que aparenta, pero hablamos de un hombre de casi treinta años más, y que además destaca sobre el resto por su jovialidad, elegancia, sencillez, y su buen vestir.

Algunos clientes de las terrazas del puerto, reparan también en su presencia, aunque para la gran mayoría, siento que pasa desapercibido.

El hombre y sus cinco acompañantes, acceden a una de las terrazas y mientras les sigo con la mirada, veo como lo primero que el protagonista de esta historia hace al entrar, es dirigirse a un empleado de la cafetería, al que saluda con una cariñosa palmada en el hombro. El camarero, que se encuentra de espaldas limpiando una de las mesas, se gira, y al verle, incorporándose con una sonrisa le responde: “Buenas tardes… Don Amancio”

Fuera, el sol ha perdido su batalla con las nubes y la tarde se oscurece, así que apuro mi último sorbo de café, pago la cuenta, y enfilo de nuevo la Marina para seguir con mi paseo.

Recordando la  escena de la cafetería, hablo con mi chica y se me escapa una sonrisa un tanto presumida…

“Me acabo de tomar un café con Amancio Ortega…” le digo a mi chica “¿En serio?” me pregunta ella. “Bueno… en la misma cafetería. “¡Cuenta, cuenta!” me pide.

No me digas que no es para contarlo…

 

A Coruña, 10 de marzo de 2024