Fue durante la temporada pasada, antes del ascenso, aunque no recuerdo el momento exacto en que mi sentimiento de camiseta, que hasta ese entonces era rojiblanco, tornó blanquiazul; pudo ser cuando conocí a Mantovani y Szymanowski, pudo ser cuando tuve la suerte de compartir mesa con Asier Garitano y Luis Sánchez Duque, pudo ser cuando conocí a Serantes; pudo ser cuando conocí a “la presi”; pudo ser cuando conocí a Dani, o cuando conocí a Roque; pudo ser cuando sentí vibrar a Butarque en los playoffs de ascenso; pudo ser cuando se ganó en Anduva; o pudo ser esa misma noche, en la fuente de Plaza de España a las 4 de mañana… O quizás fue durante todos y cada uno de estos momentos. No fue un flechazo, fue poco a poco; en silencio y desde abajo, como lo hace Martín, el capitán argentino de pelo azul.
Gracias Lega por despertar en mi este sentimiento futbolero; os prometo fidelidad, aunque no eterna: solo mientras dure el amor.